No sabía muy bien de donde provenía la música, pero su cuerpo inmerso en una triste sensación solo pude seguir el color de las notas. Sus ojos con forma de brazos y piernas se mezclaban con las piedras del camino. Sus lágrimas recorrían su cuerpo en una extraña danza donde acariciaban la suave piel con el fin de despertarla. Aquella mancha era su cuerpo pegado al suelo reptaba hacia el sonido que envolvía el cielo. Atinó a distinguir notas de un piano triste, de esos que buscan la luz donde no hay aire.
Al fin llego al lugar de donde salía la música, un agujero, un pequeño agujero por donde solo podía pasar el desecho de piel en que se había convertido. El viento soplaba haciendo bailar a la hierba en dirección al agujero, el no lo dudo, se precipitó al eterno vacío. El agujero se cerró, atrapando en el la vida de alguien que nunca existió.
Fotografía realizada por Magec
Autor del Relato: David Pardo